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Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro:
Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.
ISBN: 9789504945710
Editorial: Planeta
Este libro podría ser una biblia “ricotera”. Sigue la historia de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, con su núcleo duro: el Indio Solari, Skay Beilinson y Poli Castro. Desde sus adolescencias en los años 60, hasta el quiebre y la separación a principios de los 2000. ¡Con lujo de detalles!
Carmen Castro, Carlos Alberto Solari y Eduardo Beilinson son los protagonistas de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Mejor conocidos como la Negra Poli, el Indio y Skay.
El trío de La Plata tuvo realidades diferentes en su adolescencia: Poli, una aventurera de clase media baja; Solari, un obsesivo e hijo de un empleado del correo; y Beilinson, un guitarrista que no quería ser arrastrado por los millones de su padre.
No se conocían entre sí. Y hasta tenían personalidades muy disímiles. El temperamento ardiente de Poli contrastaba con el hippismo que pregonaba Skay y el movimiento beatnik que marcó al Indio.
Eran los años 60, donde la juventud se apoderó de las calles. Y en una ciudad con un clima estudiantil muy marcado, sus caminos no tardaron en cruzarse. Los tres frecuentaban lugares de cultura alternativa.
El 5 de noviembre de 1969, Poli y Skay se conocieron en un concierto de la banda Diplodocum, de los hermanos Beilinson. Del mismo evento participaron Solari y otros amigos como Rocambole.
A principios de los 70, el Indio se fascinó con el talento de Guillermo Beilinson —uno de los hermanos que formaban Diplodocum—, y Skay y Poli se enamoraron. Fue el primer germen de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.
El verdadero fin de los 60 en Argentina llegó el 1 de julio de 1974, con la muerte de Juan Domingo Perón. A partir de ahí se precipitó el terrorismo de Estado.
Fueron los Beilinson los que más sintieron esos sangrientos años: su padre Aarón fue secuestrado por un desprendimiento del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo), al que le tuvieron que pagar una millonaria suma para liberarlo.
Más allá de mover cielo y tierra para recuperar al padre de familia, ninguno de los tres deseó quedar pegado al estilo burgués que él tenía.
Los Redonditos surgieron con Skay comandando como podía los ensayos y las grabaciones de una banda que intentaba musicalizar los relatos que hacían el Indio y Guillermo.
En un elenco poco estable estaban Beto Verne en guitarra, Pepe Fenton en bajo, Bernardo Rubaja en piano y los hermanos Ricky y Basilio Rodrigo en violín y guitarra, respectivamente.
En plenos años 70, el grupo forjó su ideología y su identidad musical en un ambiente con calles tensas y un rock nacional que no tenía un eje claro.
Las dos figuras que marcaban el camino, Charly García y Luis Alberto Spinetta, habían optado por el rock progresivo y sinfónico (García) y el jazz rock (Spinetta). Mientras que las influencias que venían de Estados Unidos y el Reino Unido llegaban con demora.
A nivel personal, el núcleo duro —Skay, Poli, el Indio y Guillermo— iba y venía continuamente a La Plata desde otros puntos del país porque el poder los tenía en la mira.
Sus recitales parecían más una obra de circo que un concierto en sí, con unas 40 personas subiendo y bajando del escenario por función.
Recién a principios de 1978 apareció Patricio Rey: fueron contratados para tocar en un bar de Salta y necesitaban un nombre. Alguien soltó esas dos palabras y nadie lo cuestionó. Quedó Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.
La escena under del rock argentino tenía a los “Redondos” como grandes referentes. Sin embargo, los recitales parecían obras de teatro privadas. El clima político no ayudaba a desarrollar la escena.
En 1979 se tomaron un año de descanso por ese motivo. Sin embargo, el proyecto tomó más fuerza a pesar del panorama social.
Skay y Poli vieron que Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota podía ser el lugar donde llevar a cabo su filosofía de vida.
“El rock para ellos era mucho más que una música, y encontraron en el Indio un amigo convencido de que era necesario apostar fuerte por la banda”, señalan los autores del libro.
Hasta que, en un festival realizado en cancha de Excursionistas, el grupo se hizo conocido en Buenos Aires: nadie los esperaba pero todos terminaron saltando con sus temas.
“La sensación de haber tocado fondo determinaba una necesidad: había que reconstruirse económica, política y anímicamente. La democracia aparecía como un futuro cercano; un año atrás era apenas un deseo”, cuentan Del Mazo y Perantuono.
La vuelta del exilio de Mercedes Sosa y el debut solista de Charly García fueron los puntapiés para empezar a cambiar el panorama artístico.
El propio Charly escuchó a los Redonditos y los quiso producir, pero amablemente le dijeron que no. “Queremos seguir haciendo las cosas a nuestra manera”, sostuvo Poli.
Empezaron a sonar en el programa radial de Lalo Mir y la Negra Vernaci, al mismo tiempo que la banda empezó a mutar. Dejaron atrás los monólogos de Mufercho por los de Enrique Symns. Se tomaron las cosas de forma más profesional.
Y la droga. De la marihuana y el LSD de los años 70, a la cocaína de los 80. Los autores manifiestan que esta última era la sustancia omnipresente en los Redondos.
Pasaron del under a codearse con Alejandro Lerner o Riff. Pero la idea de la banda seguía firme: “solos y de noche”, sin mezclarse con otros músicos. Manal y Sumo —o mejor dicho, Luca Prodan— fueron de los pocos con los que congeniaron.
El Indio y Skay componían temas nuevos prácticamente todos los días. Y los ingresos de Juan “Piojo” Ávalos en batería, y de Héctor “Tito” Fargo D’Aviero en guitarra, más el de Willy Crook en saxo, le otorgaron solidez a la banda.
Crook fue importante en un recital realizado en La Boca que vaticinó lo que vendría años después: disipó una gran pelea abajo del escenario que involucraba a gente pesada ligada a La 12 —facción radical del club Boca Juniors—. Fue el primer roce de los Redondos con el ambiente del fútbol.
Entre noviembre y diciembre de 1984 grabaron “Gulp!”, el primer disco del grupo. Resumieron ocho años de ruta en once canciones bajo el sello Wormo, producidos por Lito Vitale. Mientras que Rocambole se encargó del arte.
Todo esto mientras en las calles de Buenos Aires se respiraba un increíble aire de libertad.
“Oktubre”, el segundo material de los Redondos, llegó en 1986. Giraba en torno a las ideas de libertad y justicia.
El proceso fue similar al primero: “El Indio escribía letras y músicas, Skay escribía músicas y pensaba arreglos, y cada tanto se juntaban para conciliar ideas”. Aunque esta sociedad funcionó aún mejor en la segunda entrega.
Los autores explican que dos muertes marcaron el destino de Patricio Rey.
La primera fue la de Luca Prodan, en 1987. Los Redondos absorbieron buena parte de los seguidores de Sumo, que tenían similitudes con su público.
Mientras que la segunda fue la de Andrés Teocharidis, que falleció en un accidente en 1988. Era quien había quedado como tecladista fijo del grupo tras la salida de Tito Fargo. También habían tomado la decisión de irse Piojo Ávalos y Willy Crook.
Todos querían más protagonismo, pero el mensaje de Poli era claro: “Los Redonditos de Ricota fueron, son y serán tres. Acá no entra nadie”.
Esto motivó una reestructuración forzada: llegaron Sergio Dawi y Walter Sidotti.
Ese mismo año llegó el tercer disco, “Un baión para el ojo idiota”. Y para 1989, “¡Bang! ¡Bang! Estás liquidado”.
Se cansaron de tocar en Obras, hasta que la detención y posterior muerte de Walter Bulacio en 1991 los hizo frenar, incluso dar pasos atrás.
Pero se reciclaron como una banda de estadios para luego generar un itinerario federal.
“El pueblo los acompañó. Y a su manera los interpretó. Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota dejó de ser una banda que tocaba para la gente y se transformó en una banda tocada por la gente”.
En 1991 sacaron “La mosca y la sopa”. Allí apareció como hit “Un poco de amor francés”, que generó que los fans empezaran a entonar una arenga de cancha que dice “Vamos los Redo… pongamo’ huevo”.
En la misma canción aparece la frase “el lujo es vulgaridad”, una de las más difundidas de la banda.
Al mismo tiempo, sus recitales iban sumando episodios violentos. Siempre contra las fuerzas de seguridad, por lo que la relación de la banda con la Ciudad de Buenos Aires empezó a ser conflictiva.
A principios de los ‘90, los Redondos grabaron “Lobo suelto, cordero atado” en Florida. Lo hicieron con perfil bajo, tratando de no dañar su imagen anticapitalista. Aunque la ventaja era notoria: grabar un sonido de una calidad muy superior por el mismo precio que lo harían en un viejo estudio en Argentina.
Con la salida del álbum tuvieron su primer recital en un estadio de fútbol grande: Huracán. Juntaron 70 mil personas en dos funciones.
Allí repitieron un par de veces más, siempre a cancha llena y con algunos desmanes.
Aunque “una vez terminado el show, no se sabía nada de ellos”. Cuentan los autores que “ese componente agónico –la angustia de ver poco y nada al sujeto adorado– alimentaba el éxtasis de cada encuentro”. De ahí que sus recitales se tornaran ceremonias.
Gracias a las presentaciones en Huracán, la banda se consolidó como un fenómeno de masas único. Pero al mismo tiempo, a los integrantes les preocupó la escalada de violencia.
Por eso hicieron un impasse. En el tiempo de descanso tomaron dos decisiones: no volver a tocar en Capital Federal y postergar el lanzamiento del segundo volumen de “Lobo suelto, cordero atado”.
Desde ahí, el grupo recorrió el país haciendo hincapié en la pampa húmeda y el litoral.
“La decisión agigantó la leyenda de Patricio Rey, su condición de desplazado, de fenómeno cada vez más alternativo y excepcional dentro del negocio de la música popular. Y también le adosó a la peripecia del público una dosis mayor de aventura”, dicen Del Mazo y Perantuono.
Además, en 1996 lanzaron “Luzbelito”, su séptimo álbum de estudio.
Los últimos dos discos significaron otro rumbo para la banda, que optó por un estilo más electrónico. Utilizaron sonidos digitales y samplers para “Último bondi a Finisterre” (1998) y “Momo Sampler” (2000).
En la grabación de “Momo Sampler”, realizada en Nueva York, comenzaron a mostrarse los primeros cortocircuitos dentro del núcleo de los Redondos.
El trabajo duró dos meses, lo que hizo que aumentaran los costos para la banda y se estirara el lanzamiento del disco.
Los ingenieros Herrera y Breuer estuvieron en una encrucijada: “por un lado, recibían la presión de Skay y de Poli para apurar el trabajo; por otro, tenían la mirada inquisidora del Indio encima, obsesionado con la búsqueda de un sonido perfecto”.
La figura del Indio fue ganando protagonismo en la banda ante un Skay que, humilde, aceptó sus ideas.
Del Mazo y Perantuono sostienen que “el Indio estaba cada vez más convencido de que sus creaciones ya no necesitaban del aporte de músicos con criterio propio, sino que, luego de ser diseñada en su cabeza, solo restaba ser acompañada por intérpretes”.
En abril de 2001, dieron dos recitales sin incidentes en Uruguay. La última función fue en Córdoba, el 4 de agosto de ese mismo año.
Tenían planeado una más en Santa Fe, el 8 de diciembre. Pero el estallido social que sufrió la Argentina obligó a la banda a suspenderlo: “El país no está para festejos”, dijeron.
Jamás volvieron a reunirse.
Ya separados, Skay apuntó al Indio por la ruptura del grupo. “Todo se terminó cuando nos dimos cuenta de que uno de nosotros se quería apropiar de ese proyecto tan hermoso que fue Patricio Rey, que había nacido como la comunión y el aporte de muchos artistas y no los deseos de uno solo”, manifestó en una entrevista.
La respuesta del Indio no tardó en llegar: “Acabo de leer las declaraciones de Skay al medio La Nación donde sugiere que dicha separación fue motivada por la intención de ‘alguien’ de apropiarse de la gloria del grupo”.
Aunque tras bambalinas había otra disputa: el Indio había pedido copias de los recitales de Racing, River y Córdoba, que habían sido filmados con cámaras de última generación, y ni Skay ni Poli se las habían dado.
“Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota: Fuimos reyes” cuenta con lujo de detalles el surgimiento, auge y desenlace de un grupo mítico para la cultura argentina.
Los periodistas Mariano del Mazo y Pablo Perantuono repasan el camino del Indio Solari, Skay Beilinson y la Negra Poli desde que eran adolescentes en La Plata hasta el final de los Redondos.
El escenario under de los teatros y los espectáculos cuasi circenses, el recital en Excursionistas que los hizo conocidos en Capital Federal y la llegada a Obras. El paso a los estadios de fútbol y el recorrido por el interior del país.
También hablan sobre los discos, la impronta política de los primeros y el sonido electrónico de los dos últimos.
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Periodista especializado en cultura, con 20 años de experiencia en el diario Clarín. Allí fue editor de música del suplemento Espectáculos entre 199... (Lea mas)
Periodista argentino que trabajó en diferentes medios gráficos de su país, incluyendo los diarios Río Negro, Clarín y Perfi... (Lea mas)
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